¿Qué queréis que os diga? Pues que esto de volver al curro y sentirse realizada no va conmigo. A mí lo que me hace sentir realizada es dormir hasta las mil y comer las albóndigas de mi madre. Eso me realiza y me engorda, para qué nos vamos a engañar.

Lo de ir a trabajar, pues no está mal, la verdad, y si cae el dinerillo al final de mes, pues mira, más contenta que se pone una. Pero, vamos, que trabajar por trabajar, por aquello de que se me cae la casa encima…pues como que no. A mí lo que se me cae es el alma a los pies cuando pienso que me toca levantarme a las seis todas las mañanas desde ahora hasta la jubilación, o lo que para mí viene siendo hasta el infinito y más allá.

Pues a lo que iba…que el lunes me reincorporé, después de cuatro largos años de excedencia, y como cualquier primer día, pues te lo tomas muy en serio con el síndrome «No vas». No vas a llegar tarde, no vas a aparecer con cara de nohepegadoojoentodalanoche, no vas a llegar con la ropa manchada de mocos de bebé, no vas a llegar despeiná… Cualquier cosa menos aparentar lo que realmente soy: la madre de dos hooligans de 4 y 2 años que me tienen loca, ojerosa y despeinada. Pero muy ojerosa. Y muy loca. ¿Dije muy despeinada?

Lo cierto es que empecé bien la semana. No pillé caravana, aparqué donde quise y, como resultado, no me retrasé ni un minuto. La cháchara con las compañeras desde el minuto uno, como si el tiempo no hubiera pasado, y la tournée por el edificio para saludar a todo el personal -un clásico de cualquier vuelta al curro que se precie. Todo fenomenal…

Hasta que empezó a llover. Y más concretamente a llover tippex, porque si no, no lo entiendo. Por Dios, qué manera de llover y de borrar los carriles. No se veía ni un pimiento. Así no se puede conducir. Mi pompis va a parecer de cemento de lo que me tenso cuando voy al curro en coche. Una novata conduciendo de noche y cayendo tippex del cielo no puede ser bueno para la salud del resto de conductores. Y para la mía, menos.

Eso sí, después de la primera semana,  puedo decir que me encuentro como si nunca me hubiera ido (¡esas compis! ¡esas compis! ¡eh! ¡eh!) y que conseguí superar la prueba de no llegar tarde, de llegar con buena cara y requetebien peinada, aunque lo de los mocos en la ropa, ejem, esa fue una prueba no superada. Ahí estaban los muy cochinos, estratégicamente situados en mi abrigo. Y no los vi. Mecachisenlamar. En fin…Otra semana será 😉