¿Sabéis ese rollo de todos los nuevos propósitos que tenemos cuando empezamos septiembre? Sí, eso de que te apuntarás al gimnasio, que comerás más sano o que dejarás de fumar… Sí, efectivamente, esos que nunca se cumplen… Pues bien, yo este año, al reincorporarme a la vida laboral, me planteé dos grandes propósitos: Dedicarme profesionalmente a lo que realmente me realice como persona y recuperar la buena costumbre de leer, de leer mucho.

Para el primero de los propósitos, tengo buenas noticias de cara a noviembre, pero para el segundo de ellos, ¿qué os voy a contar?, pues que he superado con creces cualquier expectativa.

Durante tres largos años, si no más, he tenido plantado un bonito libro negro de bolsillo en la mesilla de noche. Ya sabéis, esperaba encontrar algún huequito para leerlo. Noche tras noche, me acostaba pensando que al día siguiente estaría menos cansada y podría comenzarlo. Todo era empezar… o no. Así, ya os digo, más de tres años. El librito en cuestión se había convertido en un adorno más de mi habitación al que le sacaba el polvo religiosamente todos los domingos.

El primer día de trabajo no me lo pensé mucho a la hora de escoger libro, ¡aunque solo fuera por quitarle el polvo a otro libro diferente otros tres años!  Para volver a mi hábito lector, me apetecía leer algo fácil, así que… ¿para qué darle más vueltas? Me pareció ideal. Además, visualizaba mentalmente a aquellas adolescentes llorando a moco tendido mientras gritaban «Crepúuuuuuusculo, Crepúuuuuusculo» . Sonreí y me lo llevé.

Saga Crepúsculo

Pues bien, aquí estoy, ausente de mi recién estrenado blog porque estoy Crepusculeando todo el día. Que si me leo el primer libro en una semana, que si me pico y empiezo el segundo, que si ya no puedo vivir sin saber qué va a pasar con Edward y Jacob, que si pido prestados todos los libros porque ya no puedo dejar pasar ni un día sin leer, que si me leo una muestra de Amanecer en formato ebook mientras me traen el último libro de todos… La monda.

Mi conversión a lectora obsesiva compulsiva es algo incontrolable… Se me ha olvidado hasta que tengo hijos y que les gusta bajar a la calle. Toma, Pequeño Flanagan, un poquito de plastilina. Toma, Señor Alvin, una hoja y pinta un ratito. Venga niños, os pongo música y bailáis un poquito, que no se diga que estamos haciendo vida sedentaria desde que el Crepúsculo llegó a nuestras vidas… Y mientras, yo, la mala madre, leyendo -aunque debería decir devorando- libros.

La verdad es que nunca pensé que me iba a sumergir de esta forma en la historia, de hecho comencé a leerla con cierto escepticismo y me vi sorprendida cuando la historia de amor me atrapó. Que sí, que lo reconozco, que esta novela me pilla con 15 años y hubiera estado en la primera fila de presidenta del club de fans gritando «Crepúuuuusculo, Crepúuuuusculo».

He llegado a tal punto con la historia de esta saga que me he acabado los cuatro libros  -y un quinto sobre un personaje, Bree, que aparece en el libro Eclipse- antes de cumplirse un mes desde mi reincorporación. Toma ya. Obsesiva compulsiva creo que se queda corto. De verdad que llega a haber un libro más y me veía ya gritando «Crepúuuusculo, Crepúuuuusculo», sin adolescencia de por medio, junto con todas aquellas jovencitas vestidas de negro. Y va a ser que yo ya tengo una edad…y dos hijos.

Así que, ahora que me he acabado de leer la saga, voy a ver si dedico al Pequeño Flanagan y al Señor Alvin todo el tiempo que se merecen. Así que de nuevo vuelvo a salir a la calle y a disfrutar del sol con los niños. Eso sí, para despedirme hoy no se me ocurre nada mejor que un…

Me piro, vampiro.