Vale, además de tener un tesoro puede ser tu peor pesadilla, pero tener un hermano o dos o tres mola. Si tus padres no se lanzan en la búsqueda de un/a hermanito/a, llega un momento en tu corta vida en el que lo deseas con todas tus fuerzas y te pones de un pesado que asusta. Y “mamá, quiero un hermanito” y “mamá, ¿por qué Silvita tiene dos hermanas y yo no tengo ninguno?” . Y así, en tonito machacante, llevas al extremo la táctica “martillo pilón” hasta que tus padres deciden (por agotamiento) que, con tal de no oírte, quizás sea buena idea eso de tener otra criatura.
En la vida vamos tomando muchas decisiones, intentamos alcanzar con ellas la felicidad. Decidimos comenzar una relación con alguien porque nos gusta, decidimos tener hijos porque así nos lo pide el cuerpo… En general, decidimos cómo y cuándo queremos hacer las cosas. En lo personal y en lo laboral. Solo arriesgando se gana. Y de eso, los que juegan a la primitiva, saben un rato. A veces nuestras decisiones acaban en triunfo. Otras muchas, en fracaso. Pero con todas ellas hemos aprendido algo. Y es con eso con lo que nos tenemos que quedar.